lunes, 17 de septiembre de 2012

EL PATITO FEO

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Ser diferente a los demás no debe avergonzar a nadie, y mucho menos a los niños, ya que de eso depende el cómo enfrenten su futuro. El cuento del patito feo es uno de los cuentos más educativos de Hans Christian Andersen, ya que se considera una metáfora de lo difícil que resulta a veces para los niños la etapa de crecimiento.
La moraleja de la historia está oculta en el cuento: Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. El cuento de hadas trae la esperanza de que el ser diferente resultará en beneficios especiales y un futuro brillante.
Si vuestro hijo está triste porque se siente diferente, no dejéis nunca de decirle lo especial que es para vosotros y contarle el cuento de El Patito Feo.
Disfrutar a continuación del cuento y de un bonito vídeo sobre la historia de este hermoso patito…

El Patito Feo

Como cada verano , a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.
Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se juntaron ante el nido para verles por primera vez. Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos , cada uno acompañado por los gritos de alegria de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo , el más grande de los siete , aún no se había abierto.Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto , y también los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.
patito-feo-00011Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente patito , más grande que sushermanos , pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis…
La Señora Pata se moría de verguenza por haber tenido un patito tan feo y le apartó de ella con el ala mientras prestaba atención a los otros seis. El patito se quedo tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían… Pasaron los dias y su aspecto no mejoraba , al contrario , empeoraba , pues crecía muy rápido y era flaco y desgarbado, además de bastante torpe el pobre..
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe. El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto, y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.
Así llegó a otra granja , donde una anciana le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían , pero se equivocó también , porque la vieja era mala y solo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. Y también se fue de aquí corriendo.
Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que querían dispararle.
patito-feo-00041Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vió en el estanque, le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burleis de mí!. Ya sé que soy feo y flaco, pero no deberíais reír por eso…
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás como no te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado.
¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.
Asi fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre…

El gato Soñador

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Había una vez un pueblo pequeño. Un pueblo con casas de piedras, calles retorcidas y muchos, muchos gatos. Los gatos vivían allí felices, de casa en casa durante el día, de tejado en tejado durante la noche.
La convivencia entre las personas y los gatos era perfecta. Los humanos les dejaban campar a sus anchas por sus casas, les acariciaban el lomo, y le daban de comer. A cambio, los felinos perseguían a los ratones cuando estos trataban de invadir las casas y les regalaban su compañía las tardes de lluvia.
Y no había quejas…

Hasta que llegó Misifú. Al principio, este gato de pelaje blanco y largos bigotes hizo exactamente lo mismo que el resto: merodeaba por los tejados, perseguía ratones, se dejaba acariciar las tardes de lluvia.
Pero pronto, el gato Misifú se aburrió de hacer siempre lo mismo, de que la vida gatuna en aquel pueblo de piedra se limitara a aquella rutina y dejó de salir a cazar ratones. Se pasaba las noches mirando a la luna.
- Te vas a quedar tonto de tanto mirarla – le decían sus amigos.
Pero Misifú no quería escucharles. No era la luna lo que le tenía enganchado, sino aquel aire de magia que tenían las noches en los que su luz invadía todos los rincones.
- ¿No ves que no conseguirás nada? Por más que la mires, la luna no bajará a estar contigo.
Pero Misifú no quería que la luna bajara a hacerle compañía. Le valía con sentir la dulzura con la que impregnaba el cielo cuando brillaba con todo su esplendor.
Porque aunque nadie parecía entenderlo, al gato Misifú le gustaba lo que esa luna redonda y plateada le hacía sentir, lo que le hacía pensar, lo que le hacía soñar.
- Mira la luna. Es grande, brillante y está tan lejos. ¿No podremos llegar nosotros ahí donde está ella? ¿No podremos salir de aquí, ir más allá? – preguntaba Misifú a su amiga Ranina.
Ranina se estiraba con elegancia y le lanzaba un gruñido.
- ¡Ay que ver, Misifú! ¡Cuántos pájaros tienes en la cabeza!
Pero Misifú no tenía pájaros sino sueños, muchos y quería cumplirlos todos…
- Tendríamos que viajar, conocer otros lugares, perseguir otros animales y otras vidas. ¿Es que nuestra existencia va a ser solo esto?
Muy pronto los gatos de aquel pueblo dejaron de hacerle caso. Hasta su amiga Ranina se cansó de escucharle suspirar.
Tal vez por eso, tal vez porque la luna le dio la clave, el gato Misifú desapareció un día del pueblo de piedra. Nadie consiguió encontrarle.
- Se ha marchado a buscar sus sueños. ¿Habrá llegado hasta la luna?– se preguntaba con curiosidad Ranina…
Nunca más se supo del gato Misifú, pero algunas noches de luna llena hay quien mira hacia el cielo y puede distinguir entre las manchas oscuras de la luna unos bigotes alargados.
No todos pueden verlo. Solo los soñadores son capaces.
¿Eres capaz tú?

La ratita presumida

la ratita presumida

Érase una vez que se era, una rata muy trabajadora, que tenía por hija una ratita muy presumida, a la que le gustaba pasarse el día estirándose los bigotes y tostándose al sol.
Un día, la rata, mientras volvía de trabajar, se encontró en el suelo un objeto muy brillante. ¡Era una moneda de oro! Con ella podría hacer tantas cosas…
Pero como lo que más le importaba en el mundo a la rata era su pequeña ratita, decidió darle esa moneda de oro a su hija:
- Esta moneda es para ti. Con ella podrás comprar lo que desees para convertirte en una ratita de provecho.
Cuando la ratita presumida recibió aquella moneda, se fue contenta al mercado del pueblo y a pesar del consejo de su madre, en vez de invertir ese dinero en un buen negocio, se compró la mejor cinta del mercado para hacerse con ella un buen lazo, que se colocó en la colita.
- ¡Mira que elegante estoy! Con este lacito todo el mundo me admirará y querrá hacer negocios conmigo.
Y es verdad que todo el mundo se quedó asombrado al ver a la ratita con su lacito rojo. ¡Parecía toda una ratita de mundo!
De camino a casa, la ratita presumida se cruzó con el gallo, que muy asombrado le preguntó.
- Justo eso es lo que estoy buscando: un poco de elegancia para mi granja. ¿Quieres trabajar conmigo?
La ratita presumida, satisfecha de que su plan hubiera funcionado, contestó.
- Depende, ¿tendré que levantarme muy pronto?
Cuando el gallo le contó cómo funcionaba la granja y como cada mañana se levantaba al amanecer, puso cara de horror:
- ¡Ni hablar! No me gusta madrugar.
Poco después se cruzó con un perro cazador. Cuando vio la ratita, tan elegante, pensó que sería una buena compañera para las cacerías. ¡Así tendría alguien con quien hablar!
- Pero ¿tendré que correr contigo por el campo persiguiendo conejos? Eso debe ser de lo más agotador. ¡Ni hablar!
Al ratito apareció por ahí un precioso gato blanco. Al igual que la ratita, aquel gato tenía los bigotes bien estirados, y la ratita enseguida se sintió interesado por él. Le contó que estaba buscando un trabajo y le preguntó si podía colaborar con él.
- Claro que sí.
- Pero tu trabajo no será tan agotador como el del perro cazador.
- ¡Qué va! Yo no corro nunca demasiado, prefiero quedarme tumbado y que me hagan caricias.
Al oír aquello, la ratita abrió los ojos de par en par: ¡con lo que le gustaba a ella que le acariciaran la barriga! El gato también había abierto mucho los ojos y se acercaba cada vez más a la pequeña ratita.
- Pero, ¿no tendrás que madrugar mucho? Acabo de hablar con el gallo y tiene que despertarse prontísimo.
- ¡Qué va! Si me despierto pronto me doy la vuelta y sigo durmiendo.
La ratita cada vez estaba más contenta. Tan contenta estaba, que no se daba cuenta de lo cerca que estaba el gato (cada vez más y más) y de cómo se relamía de gusto. Cuando estaba a punto de aceptar ese nuevo trabajo, a la ratita presumida le entró una duda.
- Todo lo que me has contado está muy bien, pero ¿a qué te dedicas exactamente?
En ese momento, el gato se abalanzó hacia ella y gritó:
- ¡A cazar ratas y ratones como tú!
Cuando la ratita presumida se dio cuenta de las intenciones del gato era ya demasiado tarde. El enorme felino la tenía bien agarrado con sus uñas. Pero en ese momento, llegó el perro cazador, que había estado atento a la conversación y asustó al gato, que salió huyendo soltando a la ratita presumida. ¡Menos mal!
Cuando la ratita volvió a casa, todo el mundo en el bosque conocía su historia. También su mamá, que mitad aliviada, mitad enfadada, la recibió en casa.
- Todo te ha pasado por ser tan comodona y presumida – le reprendió la mamá – ¿cuándo te harás una ratita de provecho?
La ratita presumida no dijo nada. Había aprendido una buena lección…

lunes, 3 de septiembre de 2012

Las compras de la bruja

Las compras de la bruja


(Luciano Saracino)

Una brujita le pidió a mi abuelo
plumas de sapo, sueños de jilguero
frascos chiquitos repletos de chascos
gotitas de alba mojadas de llantos.

Un cofrecito con sueños en vela
y un universo en frasco de canela.
Dos mil palabras que no digan nada
¡y hasta secretos para su almohada!

Cestos con ojos que puedan ver cosas
ramos de rosas pero hechos sin rosas.
Un arcoiris lleno de colores
y algún recuerdo repleto de flores.

Todas las cosas, aunque suene raro,
entran contentas dentro de su mano.
Ahí va mi abuelo, véanlo sin prisa
pues de regalo, lleva una sonrisa.

LA IMPORTANCIA DE LA LECTURA INFANTIL

Es sumamente importante las lecturas de los niños y niñas desde bien pequeñitos, porque 

estimulan su lenguaje, su imaginación y creatividad, les descubren nuevos mundos, crea 


vínculos si se lee con ellos y les ayuda a crecer como personas.
Los cuentos y las poesías como textos de reducida extensión son ideales para disfrutar con 

los pequeños. Este poema que traigo hoy nos habla precisamente de la magia de los 


relatos infantiles y el placer de leerlos...


“Los cuentos”

Enanos y gigantes,
princesas y mendigos,
animales que hablan
quieren ser tus amigos.

Viven en las palabras
o en las páginas bellas
de los libros abiertos.

Si escuchas sus relatos
y te gusta leer,
la magia de los cuentos
estará en ti también.